Cada cierto tiempo la naturaleza se encarga de de hacernos recordar lo frágiles y diminutos que somos las y los seres humanos... Nuestras construcciones, nuestras creencias, nuestras formas de enfrentar lo cotidiano tambalearon de la misma forma que lo hizo la tierra aquella madrugada del 27 de febrero, fecha que será recordada por muchos y especialmente por quienes vivimos, crecimos y nos criamos en el Puerto de Talcahuano y otras zonas afectadas. El puerto, que por más que industrializado, privatizado, orgullo de la armada, entre tantos otras cosas, no fue capaz de resistir al posterior maremoto, o la venganza del mar que tranquilo nos baña quizás por como lo hemos tratado.
Al caminar junto a un compa por la Avenida Colón, bajando desde puente de Arco y haciendo corte por la plaza, la angustia y la pena de ver las calles destruidas, contenedores (conteiner para los que se creen gringos) azotados contra los bancos, casas, diferentes edificios, sumado esto a la pestilencia del ambiente, la descomposición de los cadáveres de perros, lobos marinos y hasta quizás personas, sólo se te apretan el corazón. Habían personas que buscaban debajo del barro -con petróleo- cualquier cosa para comer, recuerdo bien que una señora gritaba "necesito pañales" mientras un hombre de aproximadamente 30 años se llevaba una mesa de sonido de una reconocida picada en donde más de una ocasión nos servimos un trago.
Y para que hablar de las Salinas, específicamente de la población Santa Clara en donde amigos personales de infancia perdieron sus casas, con sus muebles, su ropa, sus memorias… Gracias a su conocimiento del mar ellos y muchos vecinos del sector lograron salvar con vida junto a sus familiares, ya que ninguno de los organismos SHOA y ONEMI alertó del cataclismo.
No deja de dar una enorme rabia ver como los canales de Santiago muestran a Concepción como la gran catástrofe por que se cayeron un par de edificios, con esto no estoy restándole importancia a las personas que ahí murieron ni tampoco es mi intención pasar a llevar el dolor de esas familias, sólo que una vez más veo como Talcahuano es puesto en segundo plano por los medios de comunicación, para quienes vende más mostrar las imágenes de los vergonzosos saqueos que la prioridad inmediata.
Queda mucho trabajo por hacer y está claro que las instituciones educativas no bastan. Para crear gente más culta, más solidaria, más humilde el único camino es el del diario vivir en lo comunitario, en base a las voluntades y al amor a las personas… hemos hecho tan poco y queda tanto por construir.
Moncho Ramón, integrante del colectivo "Biblioteca comunitaria el Grillo".
(Las fotos las tome del facebook de un amigo del puerto: Jorge Muñoz Sánchez)